sábado, 31 de marzo de 2012

Las Cuevas de Ellora

En este post voy a dejar un poco las alocadas aventuras para hacer un publirreportaje sobre una de las atracciones turísticas más bellas de este gran país: Las cuevas de Ellora.




Si bien no son tan famosas como el Taj Mahal, son uno de los complejos religiosos más bellos del mundo. Fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su calidad artística excepcional, por las proezas técnicas necesarias para su construcción y por su unión de templos budistas, brahmánicos y jainistas, que es un ejemplo de tolerancia religiosa, muy característica de la India antigua.




Situadas cerca de Aurangabad (Estado de Maharashtra), los 34 monasterios y templos se alinean a lo largo de los dos kilómetros de la pared del alto farallón basáltico en la que fueron excavados. Su ininterrumpida secuencia de creación, que se extiende desde el año 600 al 1000, es una elocuente muestra de la civilización india.




Las cuevas están numeradas del 1 al 34, de Sur a Norte, recorriendo las tres religiones representadas. Este fue también el orden que (más o menos) seguimos Hitoshi y yo para visitar el lugar. Dejamos a nuestro conductor de rickshaw esperando en la puerta,  pagamos nuestra entrada de extranjeros, sorteamos a los vendedores ambulantes de recuerdos y demás fruslerías y comenzamos con nuestra visita.




Cuevas 1 a 12: Budismo




Las cuevas budistas son de las más antiguas del complejo, su excavación se desarrollo entre el 630 y el 700 de nuestra era. Consisten principalmente en viharas, monasterios de varias plantas con lugares para el culto evidentemente, pero también con cocinas, dormitorios, etc.






Recorriendo esta parte empecé a escuchar a un grupito hablando en castellano. Como todavía no conocía a españoles por aquí, la verdad es que me hacía mucha falta usar la lengua de Cervantes en una conversación real con nativos y me fui a darles la brasa. Resultaron ser un grupo de turistas argentinos, que si bien al principio me miraron un poco raro, luego fueron muy simpáticos.








Hitoshi y yo seguimos empero con nuestra ruta, que tuvo el primer momento de quedarse con la boca abierta en la cueva número 10, la llamada Vishvakarma o Sutar ka jhopda (cabaña de los carpinteros). Se trata de una chaitya griha, una capilla que albergaba reliquias de Buda. De hecho, lo más impresionante es la nave central, en la que veintiocho columnas octogonales jalonan una impresionante estatua de Buda de tres metros y medio de altura en vyakhyana mudra (la postura para la enseñanza, la instrucción).








Dejamos atrás a un montón de turistas chinos y avanzamos siglos hacia las cuevas hindúes.







Cuevas 13 a 29: Brahmanismo









La parte más visitada y ciertamente la más impresionante es, cómo no, la dedicada a la religión brahmánica. Fueron construidas entre mediados del siglo sexto y finales del octavo, con lo que las distintas cuevas pertenecen a distintos periodos de la cultura hindú.








La joya de la corona de Ellora es la cueva número 16, conocida como el templo de Kailasanatha. Es de hecho lo primero que ve el visitante al entrar en el recinto del complejo, tras recorrer unos escuetos jardines y siempre está rebosante de turistas locales y foráneos.


















Su silueta pretende remedar la del sagrado monte Kailash, situado en los Himalayas, hogar del dios Shivá. El templo es una construcción de varios pisos excavada en una sola pieza de roca que ocupa una superficie el doble de extensa que la que del Partenón.







La verdad es que solo por este inmenso y precioso templo merece la pena visitar Ellora y Hitoshi y yo nos pasamos un buen rato recorriéndolo, admirándolo en incluso meditando en sus recámaras, soportales, balconadas…









Pero hay muchos otros templos hindúes muy bellos. Hitioshi y yo decidimos verlos todos, con lo que, antes de llegar a los jaimistas, nos desviamos hacia la cima del farallón para encontrar una capilla olvidada por muchos turistas por estar alejada de la línea natural de la ladera y requerir de una moderada caminata.






Se trata de un templo dedicado al dios Ganesha, pintado de un llamativo color encarnado. Se encuentra en una pequeña cueva de difícil acceso en la cima del monte, presidiendo un modesto lago que en el pasado fluía hacia un salto de agua donde los monjes lavaban, se bañaban, etc.







Al menos eso es lo que te imaginas estando en aquel lugar, ya que hoy no es más que otra de esas pequeñas masas de agua estancada y de aspecto insalubre que abundan en India.





Tras un breve descanso en la más completa soledad y quietud, Hitoshi y yo volvimos a bajar a la ruta principal con rumbo a las últimas cuevas.











Cuevas 30 a 34: Jainismo






Son las cuevas más modernas (siglos IX y X) y las menos impresionantes, sobre todo después de ver las otras. Sin embargo ninguna visita a Ellora estaría completa sin recorrer las cuevas jainistas, que en cierto modo se aparecían a mi ojo inexperto como una resumen y una fusión de lo visto anteriormente, pero con evidentes cambios.














Aquí fue Hitoshi el que se encontró con un compatriota. Un japonés jubilado que hacía fotos, grababa vídeos y narraba podcasts como si trabajase para Lonely Planet, mientras gritaba a los otros turistas para que no se entrometieran en su “trabajo”… Sí, otro personaje.











Aquí también había algún templo más retirado, subiendo la ladera, y como nuestro timing había sido perfecto, pudimos visitarlos todos y sacarle todo el jugo a las cuevas de Ellora.




Poco antes de que el recinto cerrase, con la amenaza del inminente atardecer acercándose por el horizonte, volvimos a la entrada principal donde nuestro conductor nos esperaba para devolvernos a Aurangabad. El viaje, aunque corto, no dejó de tener sus incidentes y mi amigo nipón volvió a sorprenderme con una de sus excelentes Hitoshadas. Pero esa y nuestras otras aventuras con conductores de rickshaws, recepcionistas de hotel, hare krishnas y demás fauna de Aurangabad deben esperar a la semana que viene.